miércoles, 3 de septiembre de 2014

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John Franklin, que se quedaba mirando siempre con gesto amable y algo asombrado, era el interlocutor ideal para un pensador impecable. Lo cierto era que escuchaba muchas cosas que otros no hubieran estado dispuestos ni siquiera a oír. El pensamiento de los demás le infundía respeto.


Pero se había vuelto cauto. Los pensamientos podrían ir demasiado lejos. El contramaestre Douglas había dicho, poco antes de morir, que todos los paralelos confluían en el infinito formando un ángulo recto. Esta afirmación la hizo cuando ya no le quedaba ni un solo diente, y murío al cabo de poco tiempo. El Escorbuto. se acordaba también de Burnaby, de cuándo hablaba de la igualdad, sonriendo con los ojos bien abiertos, y por lo general de manera bastante confusa. La precaución no le iba a estorbar.

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